En mi estancia como asesor en Construyendo y Creciendo me ha tocado vivir algunas situaciones que van más allá de lo educativo al generar vínculos de confianza y empatía, algunos beneficiarios se acercan a contar problemáticas personales, tanto de su entorno laboral como familiar, incluso del entorno social y en algunos casos a pedir consejo o ayuda para resolver ciertas situaciones. No es sencillo tomar un papel activo en estos procesos, debido a que no pocas veces las circunstancias nos rebasan tanto en experiencia como en preparación y existen situaciones delicadas en las que no es sencillo intervenir.

Un tema que me ha tocado escuchar últimamente y de manera reiterada es la violencia de género, situación compleja que deriva no sólo de un contexto personal o familiar, sino que es reflejo de una sociedad machista, en la que algunas instituciones siguen marcando pautas de conducta que generan un círculo vicioso de violencia y opresión hacia las mujeres.  En nuestro contexto de obra, esta cultura se observa diariamente, la constante lucha de las mujeres obreras de la construcción por establecer relaciones equitativas es de admirarse, aunque tristemente pocas veces se ve reflejada en resultados. Les presento algunos casos:

Una mujer joven con tres hijos a quienes tiene que mantener ya que su pareja no se hace responsable a pesar de vivir con ellos, se acerca a Construyendo y Creciendo para continuar sus estudios de secundaria, desde el primer día se nota su entusiasmo, además ella rompe la regla no escrita de que si eres mujer obrera de la construcción, debes trabajar en limpieza, ella es chalana y se esfuerza igual que cualquier otro trabajador, sin embargo, solo dura un par de semanas, se muda con otra pareja (que conoció en la obra) la que le pide que deje de trabajar para cuidar solo a los niños, porque la mujer no debe trabajar. No solo implica la pérdida de una remuneración económica, ni la imposición sutil para que se dedique al hogar, sino perder la oportunidad para continuar sus estudios.

Una mujer de mediana edad con 4 hijos a la que desde pequeña se le prohibió estudiar por el hecho de ser mujer, incluso jamás la registraron por no tener importancia para sus padres, platica que cuando quiso estudiar en INEA, al momento de solicitarle documentos ella prefería dejar de ir por vergüenza, ya que no tenía acta de nacimiento. Ahora sabe que tiene que trabajar diariamente a pesar de sentirse enferma o cansada, ya que sus hijos la necesitan; para ponerles el ejemplo decide entrar a estudiar al aula y termina su primaria, demostrando que a pesar de las dificultades y un entorno adverso, su esfuerzo ha valido la pena.

La mujer que apoya en labores administrativas y tiene concluido el nivel bachillerato, se sabe con la capacidad de mejorar en su trabajo, decide acercarse a tomar un curso de computación para poder generar sus listas en Excel. Avanza rápido y participa mucho en la clase, le hace frente a las circunstancias… en alguno de sus trabajos sufrió acoso sexual, ella no lo permite por lo que su jefe la insulta y le dice “así son las cosas aquí si no te gusta vete”. Decide irse a buscar un trabajo en el que la valoren por su experiencia y no tenga que dejarse violentar para tener un ingreso económico.

Además de insultos sexistas, manoseos, gritos, chiflidos, que se tienen que soportar diariamente, imagino por un instante y se me enchina la piel, y pienso ¿que podría hacer yo como asesor, hasta donde puedo incidir, escucharlas, animarlas, qué hacer? Como asesores de Construyendo y Creciendo sabemos que no podemos simplemente desentendernos; es aquí que nos encontramos en una disyuntiva ética, pero sii no lo nombramos, si no lo decimos, seguimos en el país de no pasa nada, de se lo buscó por vestirse así, de por andar sola tan noche, de eso le pasa por ser mujer; visibilizar la violencia de género en nuestro entorno es fundamental, si queremos realmente incidir en nuestro andar como fundación.

Diego García, asesor del aula City Towers

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