Entendiendo por discriminación toda práctica que veje o menoscabe a una persona por su condición física, socio económica, su origen étnico o cultural; por su sexo, vivir con una discapacidad, su lengua o preferencias sexuales; podemos percatarnos que la discriminación está presente en nuestra vida cotidiana.
Muchos de nosotros seguramente tenemos una imagen o una idea de como se comporta un albañil: una de las más comunes es la del grupo de albañiles que, al ver pasar a una mujer, le chiflan y le hacen comentarios denigrantes. Esto es sólo un ejemplo de lo primero que nos viene a la mente cuando pensamos en ellos.
Quizá no fue hasta que comencé a trabajar con las personas que laboran dentro de la construcción que comencé a reparar en que es uno de los grupos poblacionales que vive más discriminación, ya que sus condiciones de vida los colocan en situaciones en las que la “discriminación múltiple o interseccional” (es decir, están expuestos a varias manifestaciones de la discriminación) es una constante, ya que muchas de las personas que laboran en este oficio pueden ser personas que tienen origen indígena, viven con alguna discapacidad, su situación socio económica es poco favorable y tuvieron poco o nulo acceso a la educación, por mencionar las más evidentes. La acumulación de estas circunstancias los vuelve vulnerables pues cada una de esa circunstancias se vuelve un obstáculo para el pleno ejercicio de sus derechos humanos.
Es por ello que el trabajo de “Construyendo y Creciendo” cobra relevancia, pues les permite ejercer uno de los derechos fundamentales y que abre paso al ejercicio de otros derechos. El derecho a la educación es un ejemplo de esto, ya que la educación es el pilar para que cualquier ser humano pueda enfrentarse y defenderse ante cualquier situación de injusticia que atraviesen.
Por: Blanca Estela Ávila Fabela