Al principio la invitación de Fundación Construyendo y Creciendo para los trabajadores de entrar a estudiar puede no ser tan tentadora pues les implica un esfuerzo y sacrificio agregado al que ya hacen diario ( levantarse temprano, recorrer horas en transporte público, trabajar hasta 9 horas al día, si hay colado pueden llegar a salir hasta las 11 pm ), quienes se animan han logrado traspasar una enorme barrera. Como asesora es satisfactorio cuando se sientan y comienzan a leer las guías, contestan sus libros, prenden por primera vez una computadora, resuelven operaciones, y siguen acudiendo a clases. Se comienza a crear una rutina,  saludan, checan su entrada, cada quien sin asignarlo tiene su propio lugar, se trabaja de manera individual o en actividades compartidas en algunas ocasiones. Cada uno de mis alumnos me genera emociones agradables, ver sus avances, cómo se apoyan entre sí, comparten sus aprendizajes, se preocupan unos por otros, se alegran de los avances que ven en los demás. Me he dado cuenta, en el tiempo que llevo trabajando en la Fundación, que lo que se forma en las aulas es una Familia, es un Hogar más, un lugar en el que encuentran seguridad, aprendizaje, crecimiento, amor, apoyo por mencionar algunas; mis alumnos se quieren, extrañan a los que ya se fueron y le dan la bienvenida a los nuevos integrantes.Por todas estas situaciones estoy convencida que mis aulas son un segundo hogar y que se forman vínculos como los de una familia, me preocupo por ellos y estoy pendiente no sólo de sus avances académicos, ya sé que el jueves Daniel no acudirá porque le toca ir al seguro, que Lety se tiene que levantar a las 3:30 am para llegar a las 7 al aula, que se canceló la operación del hijo de Ángel, que este domingo Jaime pasó el día del Padre lejos de su  pequeño, que Matilde no puede llegar a las 7:00 am al aula porque su marido no le da permiso y todo se recompensa cuando ellos se notan preocupados por mí.

De las situaciones que más se me quedarán grabadas son de las personas que, con toda la pena del mundo entran al aula y con voz casi susurrando y la cabeza cabizbaja me “confiesan” que no saben leer ni escribir, toman por primera vez un lápiz y comienzan a conocer las letras. Hace unos meses un alumno estaba muy alegre y compartía con uno de sus compañeros de trabajo que era la primera vez en sus 27 años que escribía su nombre, jamás olvidaré el día que escribió en su libreta “Vidal Hernández Martínez”, sus ojos brillaban y en su rostro no cabía la sonrisa de alegría que le producía. Todos en el aula estábamos contentos de que hubiera conseguido ese gran logro. Martina de 16 años aprendió a leer y escribir y aunque le daba pena leer porque lo hacían despacio, tuvo valor y lo hizo frente a las cámaras en un reportaje para la televisión, todos estaban contentos porque lo consiguió  pese a los nervios. Hace poco se graduó un alumno de Primaria que todo el tiempo decía que “era un burro” y que no aprendería ya de “viejo”, lo consiguió y aunque ya no trabaja en la obra ahora continúa con la Secundaria.

Hace años en una de mis aulas de Santa Fe inicié con la costumbre de festejarle los cumpleaños, fue el turno de Ever, llevé pastel, botana, refrescos, todos compartieron le cantamos las mañanitas, cuando le pregunté cómo se sentía su respuesta me sacó las lágrimas, – ¡Estoy muy contento, es la primera vez que me festejan mi cumpleaños! –. César le ayuda a Iván a abrir su archivo de Word, Cirenio le explica a Héctor lo que es un dispositivo de entrada, Antonio junto con Rodrigo y Adrián resuelven los problemas de fracciones, Daniel le ayuda a Gustavo a recortar una imagen en PowerPoint, Edher le ayuda a Matilde a completar las conjugaciones. Por las tardes Don José me cuenta que Miguel estaba cerca de no entrar al aula pero que le insistió y llegaron juntos, Ángel llega saludando y preguntando cómo va mi día, se percata de que Luis no ha venido y espera que pronto regrese, de inmediato llega Alberto y Jaime me saludan y comienzan a trabajar.

Me siento orgullosa de ellos cuando se gradúan de algún nivel, cuando son capaces de explicarle a una persona nueva algo que ellos ya conocen y hasta dominan, cuando veo que entre ellos se motivan. Pero me genera una satisfacción enorme ver los lazos que se forman, el interés y preocupación que tienen por cada uno y cada una de quienes integramos el aula. Deseo que mis aulas sigan siendo el hogar para más alumnos y alumnas.

 

María Guadalupe Francisco Martínez

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