Cuántos de nosotros nos hemos tomado el tiempo de mirar hacia las obras en construcción, las grandes edificaciones que masivamente predominan en el paisaje de la Ciudad de México y su periferia. Seguro, lo primero que se nos viene a la mente es cuándo terminarán de construir y qué será ese nuevo desarrollo (oficinas, deptos., algún centro comercial, etc.).

Si somos un poco más “sofisticados” admiramos la arquitectura, los acabados, la altura o la forma. Incluso podemos saber el nombre de las principales constructoras, sin embargo, podría apostar que no pensamos en quienes están detrás, o debajo, de las grandes maravillas arquitectónicas y de los grandes emporios de la construcción; me refiero a los albañiles, a los trabajadores de la construcción, a los hombres de casco de seguridad y botas de casquillo, esas personas que por su oficio y contexto socioeconómico siempre hemos estigmatizado de forma negativa.

Sirva este espacio de confesionario personal, pero también como una invitación a la reflexión, a detenernos un momento para revalorar a los trabajadores de la construcción y  verlos como son: personas como tú y yo, con retos por cumplir y con la ambición de mejorar su calidad de vida.

Construyendo y  Creciendo me ha dado la oportunidad de involucrarme con estos hombres y mujeres que diariamente se someten a jornadas laborales extenuantes, que realizan trabajos con un alto nivel de riesgo y que aún con todas las condiciones de vulnerabilidad en las que viven, se toman el tiempo de retomar o iniciar sus estudios básicos.

No es nada fácil estudiar y trabajar en un país que no genera y garantiza las condiciones adecuadas para acceder a un trabajo digno, que no previene la deserción escolar y brinda oportunidades de desarrollo por igual. Yo he sido de las privilegiadas que ha tenido la posibilidad y los recursos  de poder estudiar y tener un lugar en la universidad; pero para quien no lo tiene, la brecha de desigualdad se vuelve cada vez más amplia, la precariedad se convierte en una cotidianidad y el anhelo de tener mejores condiciones de vida se vuelve lejano.

En ese sentido, la fundación ha encauzado sus esfuerzos en dar herramientas a los trabajadores para puedan hacerle frente al contexto en el que se desenvuelven. Que  tengan la posibilidad de obtener un certificado de primaria, secundario y preparatoria o un reconocimiento por concluir algún curso, es meritorio de todo nuestro reconocimiento.

Ser colaboradora de Construyendo y Creciendo me ha hecho consciente de lo importante que es visibilizar el trabajo y empeño de los trabajadores de la industria de la construcción. He tenido la oportunidad de convivir con ellos y son personas con habilidades únicas, dignas de toda nuestra admiración y respeto por el sacrificio que hacen al estudiar y trabajar al mismo tiempo.

Ahora, cada vez que nos detengamos a admirar el paisaje urbano, cada que veamos a un hombre con chaleco y casco, despojémonos de nuestros prejuicios y pensemos que son personas trabajadoras como la mayoría de los mexicanos, que buscan mejorar día a día. Y más importante, son ellos quienes con sus manos están construyendo a México.

Por: Laura Olimpia Martínez Ramírez

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