Una de las cosas que más disfruto de mi formación como comunicóloga y periodista es hacer entrevistas. Platicar con la gente es algo que me hace crecer como persona y que disfruto enormemente, todos tienen una historia que contar y ser la persona que realiza las preguntas es una gran responsabilidad.

Aquí en la fundación una de mis labores es entrevistar a los beneficiarios como parte de los testimonios que nos ayudan a seguir nuestra labor y debo decir que la experiencia de conocerlos, entrar a su aula y a su vida por medio de sus palabras y la confianza que depositan en mí en ese momento, es algo que agradezco de corazón.

Encontramos historias de todo tipo, pero si hay algo que todas tienen como una característica general es el gran trabajo que hacen todos los días para salir adelante. Tienen uno de los oficios más pesados y cansados, aun así, se dan unas horas para venir a estudiar, no importa que tengan que levantarse 1 hora más temprano o salir más tarde, incluso a veces tienen que estudiar a escondidas porque a la esposa, el esposo o los hijos no les gusta que lo hagan “¿ya para qué?” les dicen, pero ellos tienen muy clara su razón de asistir.

Cuando uno convive con los beneficiarios te contagian de una alegría y unas ganas de lucha que solo entenderán quienes han presenciado su esfuerzo. Es asombroso que apenas te conocen y ya te invitan a ser parte de su grupo de aula, “siéntese maestra (así me dicen aunque no soy maestra) acompáñenos”, “¿maestra cuando vuelve a venir?”, “si yo le cuento mi historia, usted pregunte”.

Al final esas conversaciones se traducen en un resultado que es un pequeño video en dos versiones: uno de menos de 1 minuto y otro de 2 y medio, en los que intentamos capturar un poco de la gran esencia que los caracteriza y que queremos transmitirle a quienes nos siguen y nos apoyan.

Son las #HistoriasCyC que queremos mostrarles a nuestros aliados, donantes y al público en general, para que sepan que toda la ayuda que nos brindan se traduce en un cambio de vida para alguien que solo sabía escribir su nombre y ahora ya puede leer un cuento, o para un papá que motiva a su hijo a ser mejor que él cada día, o para una esposa que al ver a su marido estudiando decidió inscribirse también. Ellos, son la razón por la que yo vengo a trabajar cada día.

Edith Salmerón, Coordinadora de Comunicación

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